La
gente se olvida de las cosas con facilidad. Nos olvidamos como si no pasara
nada de qué comimos ayer, de cómo se iba a aquel sitio o incluso nos olvidamos
de decir “te quiero”.
La vida y su ritmo nos absorbe, y como cantos de un rio, nos dejamos llevar por la corriente.
Pero el problema es que hay cosas que no deberíamos olvidar. Y hace unos años, cuando todo parecía ir bien, olvidamos que todo lo ganado a lo largo de generaciones, se podía perder en apenas unos instantes.
La vida y su ritmo nos absorbe, y como cantos de un rio, nos dejamos llevar por la corriente.
Pero el problema es que hay cosas que no deberíamos olvidar. Y hace unos años, cuando todo parecía ir bien, olvidamos que todo lo ganado a lo largo de generaciones, se podía perder en apenas unos instantes.
Y
así, por momentos, nos fuimos olvidando de que teníamos derechos que habíamos
conseguido todos juntos, de que los buenos salarios no habían estado ahí
siempre, para empezar a pensar que términos como “lucha de clases” o “pobreza”
eran parte del pasado. En ese tiempo, ya habían comenzado a enseñarnos que
nosotros no debíamos de tener necesariamente sueldos dignos, que eso era vivir
por encima de nuestras posibilidades y que, si queríamos tener futuro, debíamos
agachar un poquito la cabeza y tragarnos nuestro orgullo.
Pero
algunos, más tarde que pronto, ya hemos salido de “esa escuela”, y vemos la
realidad. Vemos como la lucha de clases nunca se detuvo, porque mientras los de
abajo estábamos quietos, conformándonos, los de arriba no dejaban de moverse,
llevándose nuestro propio dinero, y multiplicando el suyo a costa del nuestro y
nuestros derechos:
Lo estaban preparando todo para que llegado el momento
de la debacle, ellos no se vieran afectados.
En
los actuales tiempos, debemos reflexionar acerca de por qué hemos vivido tan
relajados, por qué hemos permitido que nos recorten los salarios perdiendo
calidad de vida, qué nos ha pasado para tener la peor situación laboral desde
la Transición y no ir a la huelga general. Quizá haya sido por el abandono de
los principales sindicatos, casi fusionados con el poder, dejando a los trabajadores
solos y mal organizados. Hace casi un siglo ya Keynes advertía de que si los
trabajadores no están organizados, perderán poder adquisitivo. Y qué decir de
Marx. O es más; un Partido Socialista como el de primer tercio de siglo XX,
junto con UGT, no permitiría esta situación. Los trabajadores se han ido quedando cada vez más solos.
Hemos
olvidado demasiadas cosas, y recordado algunas, pero aún quedan muchas más,
como hacer pedagogía sobre la conciencia de clase, para evitar que un
trabajador que es pobre piense que forma parte de la clase media y además, que
la derecha va a proteger sus intereses. Sigamos recordando cosas, sigamos
recuperando ambición, las Plazas; renovemos los sindicatos y ampliemos al máximo
la lucha en la calle, para que quienes dicen representarnos lo hagan de verdad.
Como
conclusión, deberíamos ser conscientes de que cada recorte en materia laboral
conlleva graves consecuencias. Más jóvenes migrando, más personas desahuciadas. Menor gasto en sanidad, menor inversión
educativa, y al final, menos ingresos para el Estado para al final, justificar
una reducción del Estado del bienestar.
Solo pensemos, solo recordemos; solo aprendamos.
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