En un episodio
de Juego de Tronos, Stannis Baratheon se dirige a los representantes del Banco
de Hierro para pedirles financiación para “recuperar” el trono de hierro. Su
objetivo es derrocar a la actual y, desde su punto de vista, ilegítima reina
para instaurar un liderazgo autentico con bajo su mandato.
Stannis Baratheon ante el Banco de Hierro. Pixabay.
El delirio de
Baratheon recuerda al de algunos de los líderes en el plano internacional de
hoy en día. Los estragos por determinar cual va a ser el proceso del Brexit, o
si este será “duro” o “blando” al igual que las políticas norteamericanas que
están desencadenando una guerra comercial y un prólogo al cataclismo que
tendrán las futuras relaciones políticas transatlánticas son solo los ejemplos
más ilustrativos.
Estados Unidos e
Inglaterra tienden a ignorar el papel de un actor fundamental: el mercado.
Empresarios, depositantes, inversores… han enviado contantes mensajes nítidos a
los actores políticos. May y Trump, si
este es el camino, nosotros nos marchamos. La respuesta inicial por parte de
los políticos ha sido la rotunda negación. las empresas no se irán y habrá crecimiento
económico próspero para EE. UU y para Inglaterra. Cuando la evidencia de su marcha
fue innegable el discurso viró hacia la aceptación, con un matiz: la marcha de
las empresas y la reestructuración empresarial es verídica y real, pero
irrelevante. La tercera fase, tras la aceptación del coste que las políticas
estadounidenses e inglesas estaban teniendo para sus economías, fue la de negociación.
La realidad es
tozuda y muestra de manera clara como el Banco de Hierro estaba en lo cierto.
El mercado reacciona ante lo que percibe como una amenaza para sus legítimos
intereses. Las empresas se han marchado. Su marcha importa. Y, bajo las actuales
circunstancias, será muy complicado que vuelvan.
Otro caso
representativo es el continuo intento por la independencia de Cataluña. Desde
principios de octubre, más de 1650 empresas se han ido de Cataluña según datos
del Registro Mercantil. De ellas, alrededor de 50 grandes y medianas empresas
con sede social en Barcelona se han trasladado a otras regiones de España. Es
muy complicado estimar el impacto que la marcha empresas está teniendo sobre la
economía catalana. La mayoría de organismos coinciden en restar tres décimas
aproximadamente al Producto Interior Bruto (PIB) español como consecuencia de
ello.
La marcha de las
empresas de Cataluña es relevante. Ante un escenario de eventual independencia,
la Republica de Cataluña contara únicamente con las filiales de las empresas
con sede en otras regiones de España. Es verdad que pagarían el impuesto sobre
sociedades en Cataluña, pero terminarían desplazando sus actividades
corporativas y su personal administrativo a sus nuevas sedes.
En una economía globalizada
donde los territorios compiten por la localización de las empresas (como
observamos en Irlanda o Luxemburgo) parece difícil pensar que, en una República
Catalana sin reconocimiento internacional, fuera de la Unión Europea la
competencia con España pudiera ser relevante.
Por otro lado, el
regreso de las empresas a Cataluña es poco probable si nos fijamos en los
antecedentes. En 1976 el partido separatista de Quebec ganó las elecciones
regionales e impulsó un referéndum de secesión cuatro años después. Pese a que
el unionismo venció en aquella votación, el temor a un resurgimiento
independentista nunca ha abandonado a las empresas e instituciones financieras
canadienses. Los principales bancos del país, como el Royal Bank of Canada y el
Bank of Montreal, mudaron sus sedes o centros de actividad a Toronto. Otras
empresas, desde aseguradoras a manufactureras, siguieron el mismo camino. Las
estimaciones disponibles coinciden en señalar que Montreal tan solo retiene en
la actualidad la tercera parte de sedes centrales de grandes empresas, respecto
de su máximo.
La confianza es
muy frágil y los agentes privados tardan tiempo en recuperarla. El caso de
Grecia en el período del 2010 al 2013 es una buena muestra de ello. El retorno al
marco institucional existente y la búsqueda de soluciones dentro de él, o a
través de su reforma consensuada, es la única manera de recuperar la
estabilidad y la credibilidad frente al mercado. Los fondos de pensiones se
sienten más cómodos con Merkel que con Varoufakis.
El mercado, como
el Banco de Hierro, no entiende de legitimidades, pero divisa y reacciona ante
un potencial desastre antes y con una mayor fuerza que nadie.
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