Poder y Economía: Juego De Tronos en el siglo XXI.


En un episodio de Juego de Tronos, Stannis Baratheon se dirige a los representantes del Banco de Hierro para pedirles financiación para “recuperar” el trono de hierro. Su objetivo es derrocar a la actual y, desde su punto de vista, ilegítima reina para instaurar un liderazgo autentico con bajo su mandato.
Tras la propuesta a los banqueros, estos tienen dudas acerca de la misma. “Hay otros que reclaman el trono Stannis”, “y tienen soldados, trigo y barcos”. Las supuestas legitimidades importan poco frente a los fundamentales.

Stannis Baratheon ante el Banco de Hierro. Pixabay.
El delirio de Baratheon recuerda al de algunos de los líderes en el plano internacional de hoy en día. Los estragos por determinar cual va a ser el proceso del Brexit, o si este será “duro” o “blando” al igual que las políticas norteamericanas que están desencadenando una guerra comercial y un prólogo al cataclismo que tendrán las futuras relaciones políticas transatlánticas son solo los ejemplos más ilustrativos.

Estados Unidos e Inglaterra tienden a ignorar el papel de un actor fundamental: el mercado. Empresarios, depositantes, inversores… han enviado contantes mensajes nítidos a los actores políticos.  May y Trump, si este es el camino, nosotros nos marchamos. La respuesta inicial por parte de los políticos ha sido la rotunda negación.  las empresas no se irán y habrá crecimiento económico próspero para EE. UU y para Inglaterra. Cuando la evidencia de su marcha fue innegable el discurso viró hacia la aceptación, con un matiz: la marcha de las empresas y la reestructuración empresarial es verídica y real, pero irrelevante. La tercera fase, tras la aceptación del coste que las políticas estadounidenses e inglesas estaban teniendo para sus economías, fue la de negociación.

La realidad es tozuda y muestra de manera clara como el Banco de Hierro estaba en lo cierto. El mercado reacciona ante lo que percibe como una amenaza para sus legítimos intereses. Las empresas se han marchado. Su marcha importa. Y, bajo las actuales circunstancias, será muy complicado que vuelvan.

Otro caso representativo es el continuo intento por la independencia de Cataluña. Desde principios de octubre, más de 1650 empresas se han ido de Cataluña según datos del Registro Mercantil. De ellas, alrededor de 50 grandes y medianas empresas con sede social en Barcelona se han trasladado a otras regiones de España. Es muy complicado estimar el impacto que la marcha empresas está teniendo sobre la economía catalana. La mayoría de organismos coinciden en restar tres décimas aproximadamente al Producto Interior Bruto (PIB) español como consecuencia de ello.

La marcha de las empresas de Cataluña es relevante. Ante un escenario de eventual independencia, la Republica de Cataluña contara únicamente con las filiales de las empresas con sede en otras regiones de España. Es verdad que pagarían el impuesto sobre sociedades en Cataluña, pero terminarían desplazando sus actividades corporativas y su personal administrativo a sus nuevas sedes.

En una economía globalizada donde los territorios compiten por la localización de las empresas (como observamos en Irlanda o Luxemburgo) parece difícil pensar que, en una República Catalana sin reconocimiento internacional, fuera de la Unión Europea la competencia con España pudiera ser relevante.

Por otro lado, el regreso de las empresas a Cataluña es poco probable si nos fijamos en los antecedentes. En 1976 el partido separatista de Quebec ganó las elecciones regionales e impulsó un referéndum de secesión cuatro años después. Pese a que el unionismo venció en aquella votación, el temor a un resurgimiento independentista nunca ha abandonado a las empresas e instituciones financieras canadienses. Los principales bancos del país, como el Royal Bank of Canada y el Bank of Montreal, mudaron sus sedes o centros de actividad a Toronto. Otras empresas, desde aseguradoras a manufactureras, siguieron el mismo camino. Las estimaciones disponibles coinciden en señalar que Montreal tan solo retiene en la actualidad la tercera parte de sedes centrales de grandes empresas, respecto de su máximo.

La confianza es muy frágil y los agentes privados tardan tiempo en recuperarla. El caso de Grecia en el período del 2010 al 2013 es una buena muestra de ello. El retorno al marco institucional existente y la búsqueda de soluciones dentro de él, o a través de su reforma consensuada, es la única manera de recuperar la estabilidad y la credibilidad frente al mercado. Los fondos de pensiones se sienten más cómodos con Merkel que con Varoufakis.

El mercado, como el Banco de Hierro, no entiende de legitimidades, pero divisa y reacciona ante un potencial desastre antes y con una mayor fuerza que nadie.

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